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Sacrificio en Cuarentena

La otra noche le decía a mi hija de 6 años que yo como padre, daría mi vida por salvar la de ella. Le expliqué que la familia es lo más importante en la vida y que esa misma familia suele ser quien saca a uno de los problemas. Que a diferencia de los amigos u  otras personas, su hermana, sus abuelos o nosotros los padres, estaríamos dispuestos a sacrificarnos por ella, y que así debía de pensar ella también. Vi su cara como asimilaba la situación y un tanto incrédula asintió con la cabeza para después voltearse al otro lado de la cama y disponerse a dormir.

No sé si se durmió inmediatamente o si se quedó pensando en eso. Caí en cuenta después que quizás no lo comprendía porque no lo ha vivido. Porque no ha visto la indiferencia de los amigos ante sus problemas. La soledad en que estos la pueden dejar con su desatención a sus palabras e ideas. Las traiciones y mentiras de novios y el egoísmo del resto del mundo.

Pero no quería inculcarle que también fuera egoísta con los demás, sino que en el futuro encontrará la maldad de una u otra forma, y que en casa puede encontrar el mejor refugio.

Así quedó ese día. Dormimos y al día siguiente no hablamos más del tema. Fue hasta ayer, una semana después que creo que me dijo sin palabras, que me había comprendido.

Como todos los días de cuarentena, nos acostamos tarde, era un día caluroso y apenas había prendido el aire acondicionado, mi hija se quejó de los zancudos. Primero me preguntó por qué picaban los zancudos. Yo, tratando de no hacer tan desagradable la respuesta le dije que porque eso era su alimento y que los que se habían quedado atrapados en el cuarto debían de comer y no había nada más en el menú que nuestra sangre. Pero ella me contestó que no quería que comieran su sangre. Lo que hice fue ajustar su cobija y cubrir las partes descubiertas. «Ya no te picarán porque ya te tapé mejor», le dije. Mi hija incrédula otra vez frunció el ceño y dijo: «bueno», y se volteó a la pared tratando de dormir.

Me puse a pensar en los esfuerzos que uno tiene que hacer para maquillar la realidad a los niños. Intentando que siga creyendo en un mundo color de rosa para que disfrute mejor sus días hasta que tenga que enfrentarse al mundo real, haciendo que los días de confinamiento sean más llevaderos y que de alguna manera pase desapercibido la terrible y nueva realidad que vive el mundo entero.

En ese pensaba cuando ella se dio la vuelta y me miró nuevamente con su ceño fruncido diciendo al mismo tiempo: «Me siguen picando». Me le quedé viendo y sin más le dije: «No te preocupes, voy a hacer que me piquen solo a mí», y me quité mi cobija y me puse boca arriba. Ella con la voz quebrada se abalanzó sobre mí y llorando dijo: «¡No, no!» y me cubrió con su cobija. Yo no supe que decir y se me hizo un nudo en la garganta. «No, no te preocupes», le dije, le regresé su cobija y la volví a cubrir. Me cobijé y al ver eso ella se volteó y al poco rato se quedó dormida.

Me quedé pensando en los zancudos, y en que mi hija comprende la importancia de cuidarnos los unos a los otros, después, antes de dormir,  agende pasar a la tienda al día siguiente a comprar insecticida.


Sobre el Autor: Licenciado en Criminología con Maestría en Criminología y Ciencias Forenses.


Derechos Reservados © EDITORIAL CRIMINOCIENCIA.

Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Editor.


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