Los Caminos del Narcotráfico
Por Olivier Acuña Barba
El narcotráfico es un oficio que tiene muchas posibilidades, pero muy pocas certezas. Es por eso que el que se dedica a esta actividad tiene que ser audaz, temerario, aventurero, pero también tiene que resignarse a la muerte o a la cárcel.
Por un lado está la esperanza de amasar fortunas y adquirir poder, por el otro está la seguridad de que tarde o temprano será arrestado o enterrado. Algunos llegan a librar sentencias largas, otros no escapan la extradición, pero en general la expectativa de vida es en promedio mucho menor que lo normal.
Mientras tanto, evadir la justicia, tener mansiones pero no poder vivir en ellas, cuidarse incluso de sus escoltas, de las traiciones, y aprender a administrar cantidades de dinero ilícito se vuelven cosa de todos los días.
Por lo demás es un empleo como cualquier otro. Al menos que hereden un trono o un puesto, hay que trabajar duro desde abajo e ir escalando con lealtad, dedicación, esmero y honestidad, para algún día llegar a ser jefe, capo, chaca, como les dicen a los que están al mando o en control.
Es imperante advertir, sin embargo, que no es fácil, ni tan glorioso como lo pintan a veces en los medios de comunicación o los intérpretes o cantantes de corridos y canciones propias de la arraigada subcultura que existe y persiste en lugares como Culiacán, en las rancherías y en la sierra sinaloenses.
El tema del narcotráfico es de todos los días, en todas partes, e incluso es tema de sobremesa. Emular o aparentar ser narco es casi una obsesión de gran parte de la población culichi y con mayor razón en las zonas serranas, y casi obligado en lugares como Badiraguato, Navolato, Santiago de los Caballeros, y muchos ranchos grandes o pueblos pequeños de Sinaloa.
Esta podría ser una de las principales razones que dificultan la erradicación de este mal, pero que es el motor de la economía de la entidad, quieran o no aceptarlo.
Es decir, el gobierno está implicado en el crimen organizado por dos grandes razones: Por su fracaso en la implementación de programas de apoyo a zonas marginadas y por la corrupción tan arraigada en sus filas.
Otra de las complicaciones es el hecho que el Gobierno mexicano no cuenta en lo absoluto con la infraestructura, tecnología ni entrenamiento adecuado de las corporaciones.
También es factor de fracaso de la lucha contra el narcotráfico el hecho que ninguna corporación armada de México cuenta con la capacidad investigativa como para darle golpes certeros y contundentes a los verdaderos protagonistas del tráfico de estupefacientes, y de hecho, contra ningún sector del crimen organizado.
Y es que en la organización del crimen participan demasiadas personas directamente vinculados a los diferentes niveles de gobierno, manifestó el que prefirió para esta entrevista llamarse el Chuy Bigotes, un jefe que se alza y promueve cada vez que un colega, rival o amigo, es detenido o muerto.
La consolación, dijo un comandante de la Procuraduría General de la República (PGR), quien por razones obvias prefirió el anonimato, es que pese a que en Estados Unidos es notablemente menor la corrupción, tampoco cuenta con los elementos para hacer un frente eficaz contra el crimen organizado.
El Chuy Bigotes, originario de Jesús María, falda de la Sierra Madre Occidental a unos 30 a 40 kilómetros al noreste de la capital sinaloense, cuenta que la tradición de su familia dentro del narco data de hace unos 40 a 50 años, habiendo trascendido tres generaciones.
“Mira a mi plebe (hijo), para allá va también. Yo le enseñó todo lo que sé y cuando yo me retire o retiren o me maten, a este cabrón le dejaré mejores herramientas que las que me dejaron a mí, y él a sus hermanos chiquitos, y todos ellos a sus hijos, y así”, platicó.
Recordó que su abuelo le enseñó a sembrar. Su papá le enseñó a empaquetar y a “medir a la gente con la que negocian, para tenerlos bien calados, porque si no, pues lo chingan a uno con todo y pos no, así no es negocio. El estar entregando a compas (personas) que no van a pagar es buscarse pleitos, porque a veces uno ni les quiere cobrar, pero ellos creen que sí, pero no quieren pagar, así que mejor lo matan a uno, si es que uno se deja … pero así nomás no es negocio”.
El Chuy dice que se empezó a juntar con unos de “mi camada y pues a ellos sus padres les dejaron clientes al otro lado, pero les dejó sin dinero, y me invitaron a chambear. Así que nos sentamos un día a pistear (tomar) y entre cura y cura (divertirse bromeando), decidimos que envés de vender la mota aquí, la íbamos a llevar a la frontera”.
“Ellos allá tenían el brinco (cruce a Estados Unidos) arreglado y pues al otro lado tenían los clientes”. Agregó que sacaron cuentas y que resultó que era un negociazo. “Mire, por decir algo, aquí el kilo de una motita buena está en 500 ó 600 (pesos). Llevarla, pues al principio nosotros la llevaríamos, pero sale más o menos 150 dólares llegar el kilo a Tijuana y brincarlo otros 150, pues sáquele cuentas. Del otro lado, pues esa misma motita se vende en libras, salen dos y un cachito. Cada una se vende en 450 a 500 (dólares)”.
“Por ponerlo así, vamos a llevar cinco kilos, porque cinco kilos son 11 libras. Entonces cinco kilos me cuestan 2 mil 500 pesos. Llevarlos y cruzarlos me salen los cinco en mil 500 dólares o 18 mil pesos más o menos y le sumamos los 2 mil 500 y pues ya del otro lado nos costó 20 mil 500. Ahora los entrego, digamos que a 450 dólares por 11, son 4 mil 950 dólares o más o menos 60 mil pesos. ¡Y no llevamos cinco kilos”!
La forma de hacer cuentas tan rápidamente sorprende. El caso es que dijo que llevan 500 kilogramos por viaje, los cuales ya vendidos en San Diego, California, por ejemplo, son 60 millones de pesos para una ganancia total, después de gastos, de cerca de 4 millones de pesos.
“Y no crea que hacemos esto una vez de vez en cuando, sino que hay meses muy buenos en los que movemos de 500 kilos unas dos a tres veces por semana, a veces más”, añadió. “No es por acá, pero tengo 10 años trabajando bien, así. De cada año suponga usted que ando pa rriva y pa bajo ocho meses. Pues no le miento, hay meses que agarro 20 a 30 millones de pesos. A gusto me la llevo los meses que no trabajo. Mi gente está contenta, pero me cuido, por envidias”.
El comandante, quien confesó que también trabaja con sus compadres, aparte de servirle a la “PGR en el combate al crimen organizado”, dijo que Sinaloa nunca dejará de ser un punto estratégico debido a su vasta región serrana, sus extensos y ricos valles agrícolas, su fértil tierra, su abundante sol y su largo litoral marítimo, además de su relativa cercanía la frontera.
“Pero lo que es más importante son las penetradas tradiciones de todos nosotros, nuestras costumbres, nos gustan las armas y nos gusta dispararlas, nos encanta andar con la plebada (amigos, conocidos), y pues aquí el buen trabajo es escaso y los cabrones somos muchos,”, señalo el comandante, oriundo de Los Mochis, unos 200 kilómetros hacia la frontera desde Culiacán.
“Yo tengo compas (amigos) que trabajan como yo en la PGR, pero ellos trabajan en el aeropuerto y ya se la saben y nos aliamos con los de Caminos y Puentes, y entonces ellos nos suben maletas de 50 kilogramos cada una a los diferentes aviones que salen pa Tijuana. Por decir, pues mandamos unas cuatro maletitas diarias y por 150 dólares no nos tenemos que aventar el tiro por carretera. Allá otros de Caminos las bajan y nos las entregan afuerita del aeropuerto. Está bien, el mismo día llega”
Chuy, conocido del comandante, dijo que cada quien tienes sus métodos. “Yo, mis respetos para el comanche (comandante), es mi compa (amigo) también, pero porque lo conozco a él desde plebe (niño), pero la verdad que yo no me meto con las corporaciones”.
“Lo que sí, es que con los guachos (soldados) sí llegamos a arreglos para que no nos fumiguen las cosechas. Nos arreglamos con el teniente o con el coronel, el que tenga el control del boludo (helicóptero). Normalmente pagamos por hectárea no fumigada.
“El arreglo es diferente con cada uno y también depende mucho de la mota. Pero si tomamos en cuenta que más o menos sale una tonelada por hectárea, pues les damos que sus 150 mil a 200 mil, o si es de muy buena calidad y más rendidora, se pueden llevar hasta el medio millón.
“Tengo un compadre que pura calidad y les da el medio millón por hectárea. Si costea porque hasta nos la protegen y a veces la hacen como que si la fumigan, pero con cosas positivas para la cosecha, a veces pura agua. Así todos salimos adelante, todos felices”.
Hay otros narcotraficantes que usan el método aéreo y otros más que utilizan el método de lanchas por toda la orilla hasta San Felipe, Baja California, por todo el golfo. Las avionetas hasta hace unos años también estaban llegando por ese mismo pueblo pesquero cerca de Tijuana.
Pero es más común hoy día en tráileres, en los fondos falsos naturales de las paredes de las cajas. De llenar todas las paredes, resultan con capacidad para tres a cinco toneladas.
“Pero lo normal es escoger una porción de pared, especialmente la lateral del lado del chofer, pues porque no hay que ser atascados porque le puede ir mal a uno. Hay cabrones que tienen arregle con todos los retenes y guachos hasta Mexicali y pues así sí, pero a mí no me gustan esos arreglos porque a veces los cambian cuando uno ya pagó y no es que les quieran robar a uno, pero sin aviso los mandan a otro lado y acá meten a otros, pues, a uno no le dan aviso y uno llega pensando que todo pa delante y pues no y así no costea”, dijo el Chuy.
Escogen el lado del chofer porque es la lateral que menos peligro corre de ser estrellada o rayada por ser el lado que controlan más.
Los que trabajan en esto son especialmente cuidadosos en su empaquetamiento de los llamados cuadros de marihuana cuando van a cruzar la frontera.
En Tijuana, muchos narcos, incluso del grupo de Héctor “El Güero” Palma, quien pese a estar en las cárcel se dice que sigue dirigiendo a su grupo, o de Ismael “El Mayo” Zambada, diversifican mucho sus medios de cruce, esto con el fin de asegurar un éxito del 80 al 90 por ciento. También con el fin de que sí cae algo, que sólo sea una parte, y así, según el “Compadre”, nunca hay pérdidas.
“Deja te explico. Si te desesperas y tratas de pasar una tonelada de un jalón, pues puedes tener suerte y adelante. Pero ¿qué tal si no? Es mejor dividirla en 10 hasta 20 partes. Digamos que en 20, entonces vas a pasar en una van o en una camioneta. Necesitas choferes buenos, con control, frialdad, inteligencia”.
Con uno bueno, explicó, se pueden pasar 100 a 150 kilos diarios. “Te consigues, porque sí se consiguen, es cuestión nada más de buscar y escoger, cinco. En cuatro días pasas la tonelada. Ahora combinas esto con un trailero (conductor de tráiler) bueno, con carga legal pal otro lado con una empresa establecida allá y producto legítimo y pasas con el sí jalones de media tonelada a una tonelada”.
“Donde se cuajan son con los túneles. Allí sí que es masivo. Pero también están los ranchos en los dos lados de la frontera y luego está por Arizona a través de las reservas indias de los Galápagos. Es territorio autónomo pegado a México y allí ni quién se meta en esos terrenos y se extienden hasta Tucson (Arizona), nada de aduanas ni migras ni policías, les pelan la … a los Galápagos”.
“No nos paran los gringos con todos sus aparatos chingones y policías entrenados, menos nuestros paisanos que pobrecitos, a veces ni parque traen. Yo les regalo municiones, me las piden, y pues luego pues la paga es poca y cono nosotros pues están felices porque les llenamos los bolsillos. Es que somos bien corruptotes, pero pues es que no hay de otra, la neta”, dijo el Compadre.
La preparación de los paquetes de marihuana para el cruce, es minucioso cuando el trasiego va a ser en automóvil. Es aún más cuidadoso y diferente a la vez cuando se va a cruzar en la caja de los tráileres.
En el caso de las minivans y sedanes la preparación es así: Primero pues se les tiene que quitar toda la cinta tipo canela y envoltura de plástico para alimentos que traen de origen, es decir, por ejemplo, de Culiacán.
Los paquetes se desvisten por dos razones principales. Una es para que la marihuana vuelva a agarrar color, frescura, aire. La otra es para agregarles algún ingrediente para que no la olfateen los perros, como puede ser detergente o grasa de motor.
En una escala media para arriba se debe contar con unas tres a cinco personas y con por lo menos una casa que tenga cuatro habitaciones.
En la primera habitación una persona va a “desvestir”. Una vez desvestido los paquetes, la persona va a ser auxiliada por una segunda persona en la entrada del cuarto y que tendrá las manos limpias, y libre de marihuana completamente. Igual su ropa.
El sujeto que desviste va a colocar el paquete sobre el plástico estirado y el que recibe le da la vuelta y es auxiliado por otro sujeto completamente descontaminado, quien de abajo, del plástico, agarra el paquete y le da vueltas suficientes para que quede sellado.
Entonces los acomodan en un segundo cuarto. Se vuelven a descontaminar. Se cambian y se lavan. Ahora de nuevo agarran el plástico y lo abren para que otro le coloque el ladrillo. Le vuelven a dar vueltas y lo pasan al tercer cuarto.
En el tercer cuarto, descontaminados de nuevo, le echan grasa de motor a todo alrededor y le vuelven a dar varias vueltas en el plástico transparente para alimentos, tipo celofán.
De allí al último cuarto, donde de nuevo descontaminados encintan con la cinta hasta que queda bien cubierto. Son por lo menos dos vueltas. Ahora están listos para subir los paquetes a los compartimientos de los vehículos.
En una minivan, por ejemplo, le reconstruyen toda la parte donde van los ductos del aire, Esto lo hace un carrocero porque no es nada más sacar los ductos sino reconstruir todo para que parezca original visto desde cualquier parte.
Entonces, le dejan todas las rendijas del aire con fondos negros y le dejan el abanico para que suene, aunque no aviente nada de aire. Se desmonta el estéreo y por allí se introducen los paquetes.
Otros tantos entran cuidadosamente en el plafón del lado del pasajero pero a partir del asiento trasero, para lo cual tienen que quitar los asientos y las gomas y los plafones con sumo cuidado para que no se rompan, los tornillos no se rayen y al montar todo que parezca como si nunca han sido movidos.
Ahora es el trabajo del “cruzador”, quien de acuerdo a sus habilidades, puede ganar desde mil dólares por cruce hasta 6 mil dólares. “Claro este salario es por vehículo brincado con unos 50 kilos y lo único que tiene que hacer el mono es recoger el carro de este lado y entregarlo del otro”, dijo el “Biscocho”, un individuo que cuenta con una flotilla de 10 automóviles y unos cinco choferes permanentes, y quien se ha dedicado al negocio durante casi 10 años.
“Todo esto suena glorioso, suena fácil”, manifestó el Chuy Bigotes. “Pero la realidad es que es una actividad peligrosa y de mucho sacrificio, sobre todo si pensamos que por lo menos yo conozco muy pocos narcos que lleguen a más de los cuarenta (años), y el que sí, pues está en la cárcel”.
En esto coinciden otros individuos que se dedican a este negocio e incluso las estadísticas oficiales. El narcotráfico es, sin duda, un oficio que tiene dos caminos muy claros, la muerte o la prisión, y uno tercero mucho menos claro, fama, poder y dinero.
Olivier Acuña Barba
Escritor y Periodista
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