El Fenómeno de las Sillas Blancas
Por Omar Alejandro De León Palomo
INTRODUCCIÓN. La vida se ha vuelto más fría, más descarada, las personas se han acostumbrado a convivir con el delito, el diario vivir es ser participe de ello, callándonos y dejando que los delincuentes pierdan más el miedo a respetarnos; pero eso de no denunciar no es toda nuestra culpa, contamos con un sistema de procuración, impartición, ejecución y administración de justicia corrupto, donde los delincuentes la mayor parte de las veces son las autoridades, es un secreto a voces, comprobarlo es difícil, por que si se les pregunta lo niegan, y si se les investiga por simple “casualidad” los documentos o los testigos desaparecen, pero no es el espacio para hablar sobre ello, pero si el lugar para ejemplificar esta falta de normas y valores, o más bien, esta transformación de valores que se han corrompido. En algunos municipios fronterizos de Tamaulipas, así como en otros municipios del país, se presenta un fenómeno peculiar del narcotráfico desde hace algunos años, un acontecimiento impresionante, el cual he nombrado: el fenómeno de las sillas blancas.
EL DESCARO. Tamaulipas es tierra de narcos, como virtud, o desgracia, es frontera con los Estados Unidos; el trasiego de la droga hacia la nación más poderosa del mundo es cosa de todos los días, pero también la distribución de esa droga a nuestros compatriotas, la droga se vende y se puede conseguir en toda la ciudad, en bares, restaurantes, gasolineras, tiendas de autoservicio, semáforos, puestos de periódicos, con los vendedores ambulantes y en un sinfín de lugares que cada día son más obvios y de más cercanía a la ciudadanía, ya no son los tiempos en que los centros nocturnos o por medio de rigurosas conexiones se podía encontrar la mercancía, ahora también se puede encontrar en las esquinas.
El descaro de los vendedores de droga no es por decisión propia, la demanda de su mercancía cada vez es más, no es justificable que vendan, pero tampoco que haya personas que encuentran en la droga la diversión o una fuente de solución a sus problemas sin pensar en las consecuencias que trae consigo coludirse con el crimen organizado mediante la compra de droga. En las colonias de la periferia, zonas que son las más golpeadas por la presencia del crimen organizado, la exhibición del vendedor es más notable, en comparación con colonias de una clase más acomodada. Las esquinas son punto principal de venta y la forma en que lo hacen, como lo vuelvo a mencionar, es descarada.
En algunos puntos de la ciudad, como cualquier otro negocio de compra-venta, un grupo de dos o más sujetos, regularmente con estudios máximos de secundaria, esperan a sus clientes, portan una bolsa tipo canguro, o mariconera en otros casos, que no se despegan de ella, portan radios de comunicación que constantemente suenan, con voces que hablan en claves, uno de ellos siempre está atento a cualquier aviso importante por parte de los espías que están esparcidos por los accesos y calles principales, pero ellos mantienen una actitud despreocupada, en la bolsa traen la droga y guardan el dinero, los clientes vienen y van, automóviles de todo tipo, con algunos platican de más y con otros solo lo necesario para cerrar el negocio, los taxis también llegan, sus pasajeros hacen el intercambio.
Los vendedores han invadido propiedades ajenas, preferentemente las esquinas, han destruido la vivienda, saqueado lo saqueable y modificado el aspecto de las casas, grafiteando con el nombre de los vendedores, su patrón y la organización a la que pertenecen o las claves que manejan; además, no es extraño mirar “salidas de emergencia” que no son más que la destrucción de paredes traseras de las viviendas; se han adueñado de espacios de estacionamientos de tiendas de autoservicio, supermercados, de farmacias, de negocios particulares, de pasos peatonales y de aquellos lugares que regularmente son esquinas y se localizan en calles principales que les facilitan la comercialización del producto. Estos espacios secuestrados se han convertido en su lugar de trabajo, las novias los visitan y pasan la tarde con ellos, las esposas e hijos los visitan y les dejan su “lonche”, uno que otro comprador que tiene amistad con ellos consume el producto allí mismo, el cual, en ocasiones, lo comparte con los demás.
Estos comerciantes de droga, que la mayor de las ocasiones son jóvenes, han sido absorbido por una organización que les ofrece el poder del dinero y el respaldo de la violencia; no les apena darse a conocer como vendedores de droga, al contrario, pareciera que los enorgullece, se acomodan en la silla de forma informal, en posición arqueada, como si se sintieran dueños de la calle, ríen y hablan con lenguaje obsceno y vulgar, su vestimenta es lo más posible a las tendencias estadounidenses, se visten con mezclas de ropa original y apócrifa, sin faltar sus “gorras brillosas”. Tampoco les molesta ser detenidos por las autoridades, la penalidad que pudieran alcanzar por su conducta no los ahuyenta, aunque actualmente los delitos contra la salud se castiguen con más años de prisión que otras conductas de mayor o igual impacto, como la violación o el homicidio.
Un estudio del centro de investigación y Docencia Económicas y el Colectivo de Estudios Drogas y Derecho muestran que la pena máxima establecida para violación entre adultos es 10 años menos que la equivalente a los delitos contra la salud.
En el 2010, el 74 % de las detenciones que reportó la Procuraduría General de la República fueron por este delito, asimismo, del total de detenciones 41.9 % fueron por venta de drogas al menudeo.
LA PÉRDIDA. Pero las personas hacen su vida alrededor de esto, algunos de ellos, que tienen sus negocios próximos, acuden por cambio o se acercan a platicar en ocasiones, los niños juegan cerca de ellos, algunos se acercan para escuchar lo que platican y les parece común, los adolescentes y jóvenes se regocijan de conocer a alguno de ellos y aspiran a en un futuro ocupar el puesto. Las patrullas de la policía municipal* pasan frente a ellos y quisiera decir que se hacen los desentendidos, que se hacen que no ven nada, pero no, algunas veces llegan hacia allí y platican con los vendedores, otras veces se despiden de saludo de mano.
La gente sabe que es un delito, sabe lo que ha ocasionado el crimen organizado al país, muchos han sido víctimas de estas criaturas, que surgieron de la pobreza, económica, social, intelectual o política, pero lo toleran por la trivialidad que ahora representan, lo toleran por que no tiene más que hacer, sino adaptarse al medio.
Según CNNMéxico el alza en la violencia en México ha ocasionado que muchos mexicanos cambiaran su percepción sobre la estrategia de seguridad aplicada por el presidente, una prueba de ello es la tolerancia hacia el narcotráfico. “En 2008, el 52% de los mexicanos estaba a favor del combate al crimen organizado pese a la violencia en el país, sin embargo, en la Encuesta Perspectiva electoral rumbo al 2012, realizada este año por la empresa Parametría, el 68% prefiere que no haya violencia aunque exista “algo de narcotráfico”.
El especialista en seguridad, Jorge Chabat, consideró que la gráfica cambiaría si se cuestionara a la población sobre los delitos de secuestro y extorsión. Los ciudadanos ven con cierta tolerancia al narcotráfico, porque no lo perciben como un riesgo directo”.
LA SILLA BLANCA. Uno de los narcomenudistas, el que la mayor de las veces hace la venta, ocupa un lugar privilegiado, pues tiene el derecho a sentarse a esperar, pero no lo hacen en cualquier lugar, muchos han elegido usar una simple silla, una silla blanca de plástico.
El origen de las sillas es desconocido, es impreciso afirmar que estas personas tienen convenio con alguna distribuidora o fábrica de sillas, pero allí están, soportando a un hijo del desempleo y de la falta de oportunidades como afirman algunos investigadores, a un engendro de una sociedad que se corrompe a una velocidad insospechada.
Los puntos se trabajan la mayor parte del día pero al amanecer ya no están los vendedores, solo las sillas blancas; Algo curioso es que nadie se atreve a robarse o dañar las sillas blancas, ya sé que algunas no están en condiciones de ser robadas, algunas de ellas están quebradas o han sido remendadas con alambres o cables, que la mayoría son sillas sucias porque se dejan al intemperie y la tierra las ensucia, también sé que las sillas no son solo eso, sino un símbolo de impunidad y miedo, para una sociedad que se está volviendo insensible ante el delito.
* Cuando se escribió este artículo (2014) aún operaba la Policía Municipal en Tamaulipas y el fenómeno de las sillas blancas se encontraba en su máximo esplendor.
REFERENCIAS
CNNMÉXICO. (06/11/2011). La inseguridad cambia la percepción ciudadana de la estrategia anticrimen. Consultado el 23 de octubre de 2012 de: http://mexico.cnn.com/nacional/2011/11/06/la-inseguridad-cambia-la-percepcion-ciudadana-de-la-estrategia-anticrimen
WOLA. (03/10/2012). New Study on Mexico: Small scale drug-related sentences lead to ten years longer in prison than rape. Consultado el 23 de octubre de 2012 de: http://www.wola.org/news/new_study_on_mexico_small_scale_drug_related_sentences_lead _to_ten_years_longer_in_prison_than_
Omar Alejandro De León Palomo
El Autor es Escritor y Conferencista, Licenciado en Criminología con Maestría en Criminología y Ciencias Forenses, autor del Libro “Definición Moderna de la Criminología de México” y Director de Criminociencia (www.criminociencia.com). Contacto: E-mail: proteger.o.servir@hotmail.com Facebook: Omar Alejandro De León Palomo Página Web: omardeleon.criminociencia.com
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